Para nadie es un secreto la explotación de la que están siendo víctimas los niños y por ahí derecho aquellos que, de buena voluntad, esperamos dar un poco de alivio al dolor que pueden sentir esos niños por tener que hacer cosas que no les corresponden, dejar de hacer las que deberían disfrutar y responder con sangre, sudor y lágrimas por metas impuestas por adultos que se aprovechan de su autoridad, de su rol de "padres" o de su fuerza física.
Ayer, cuando iba llegando a casa, vi nuevamente un niño que hace varios meses me produjo varios sentimientos encontrados en días diferentes: una noche, a eso de las 10, lo ví sentado muy cerca a un semáforo, en una actitud de profunda tristeza y llorando de manera inconsolable. Al cambiar a luz roja quedé prácticamente a su lado y al ver su situación le pregunté que le pasaba y me contó que le habían robado el producto de la venta de algunos dulces y ahora sería castigado por sus padres al llegar a casa sin el dinero para completar lo del diario. Ante tal situación, me imagino que muchos hicimos un aporte para evitar el doloroso castigo. Algunos días después, más o menos a la misma hora, el cuadro se repetía en otro semáforo cercano, esta vez no me tocó la luz roja, pero al pasar noté que era el mismo niño. Esto sucedió en repetidas ocasiones hasta un día que nuévamente coincidí en un semáforo, la situación era algo parecida, pero esta vez el llanto no era por un robo, se trataba de algunos pasteles que se encontraban tirados en el suelo, se le habían caido y debería responder con el dinero o con golpes de su padre. Nuévamente la buena voluntad apareció y esperé, como otros, haber evitado aunque sea uno de los tantos casos de maltrato infantil. Pocos días después, un poco más temprano, sentí como la furia salía desde el fondo de mi alma como un volcán, sentí cómo una vez más mi buena voluntad era apaleada hasta dejarla moribunda y la sensación de ira se confundía con la decepción de sentirse manipulado y abusado en su buena fé, ese día vi al mismo niño, en su estratégica posición cercana al semáforo, colocando en el suelo como el mejor de los escenógrafos, uno a uno los pasteles que, supuéstamente, se le habrían caido y por los que debería pagar con dinero o con dolor. Esa creo que ha sido una de las peores estocadas, no solo por ser la tercera o cuarta que vivía, sino porque creo que ver esa premeditación y alevosía en un niño de no más de 8 o 10 años puede doler más que un asalto a mano armada.
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Solo para no dejar la intriga de cuáles fueron las otras "estocadas" a la voluntad, brevemente me permito comentar:
- Una noche, como a las 8, un señor de edad, bien vestido se me acerca a solicitarme ayuda para reunir para una carrera de taxi, me enseña unas gafas rotas que fue lo único que los asaltantes le dejaron después de robarle todo lo que llevaba, su esposa, tambien mayor, está a unos pasos muy alterada por el susto. Ese sentido de empatía, ponerse en los zapatos del otro, me produjo una sensación de solidaridad y obviamente la consecuente ayuda solicitada. Casi 2 semanas después se me acerca en otro punto de la ciudad, mismas gafas y misma historia, al hacerle saber que ya le conocía, simplemente dió media vuelta y se fue mientras mi buena voluntad sentía una puñalada y mi sentimiento de rabia no podía hacer nada para ayudarla.
- Un día mientras compraba algún medicamento en una droguería del centro, cuando estaba a punto de pagar se me acerca una señora de avanzada edad, de aspecto muy pobre, a solicitarme que lo colabore para comprar un medicamento para el dolor, se trataba de un simple acetaminofén, por lo que le solicité al dependiente que fuera incluido en mi cuenta. La señora muy agradecida al recibir su medicina se marchó, bendiciéndome mientras salía. Una vez me entregó mi compra y mis vueltos, me dice el droguista que esa era la costumbre y "modus vivendi" de la señora, de modo que mientras mi dignidad le dejaba algún "mensaje" al vendedor (y a su santa madrecita) por no haberme advertido, mi buena voluntad se retorcía por el golpe recibido.
- Hace unos años, la alcaldía, una fundación o sabe Dios que entidad creó un programa para dar alimento y cuidado a los llamados "niños de la calle", creando una especie de "fichas" que uno compraba en algunos supermercados o dependencias y que daba a estos niños en lugar de dinero, fichas que después ellos podían cambiar por comida y servicios de atención en algunos lugares de la ciudad. Pues bien, mi buena voluntad muy bien mandada y con ganas de colaborar me llevó a comprar algunas fichas y a colocar la respectiva calcomanía en el parabrisas, la recuerdo muy bien, era circular, verde y decía "no doy dinero, doy amor", estuvo un par de semanas en el vidrio hasta que uno de estos "niños", con su inocencia e ingenuidad me gritaba tacaño hp, me tiraba las fichas en la cara, lanzaba una piedra en el parabrisas y salía a correr mientras mi que buena voluntad, que salía herida de entre las fisuras del vidrio, convencía a mi Yo racional (que no se como existía todavía en ese momento) que no saliera corriendo a matar a nadie porque mientras tanto me podían robar el carro.
Yo me pregunto, será que después de todo esto no se va muriendo, o mejor, nos van matando la buena voluntad? ... La verdad espero que no, o al menos eso espera la mía.
JA.
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