martes, agosto 29, 2006

Con la cabeza como un turbante...

ELL@SComo todos sabemos, las desigualdades sociales tienen un origen político y profundamente económico que va más allá de las desigualdades de género. La pobreza y sus secuelas o la discriminación social no se andan fijando en sexos y edades, aunque manifiesten matices diferentes. La fuerza que acompañó al machismo en su arraigo centenario está llegando a su fin. Es sumamente significativo cómo en los últimos años se ha disparado el acceso de la mujer a los centros de enseñanza, las universidades y las altas esferas de las empresas. Sin proponérselo como un fin, el capital en la época de la globalización está abriendo puertas insospechadas, entre ellas las oportunidades para una igualdad de géneros como nunca antes se había conocido, mientras los músculos se han devaluado, la inteligencia y educación alcanzan hoy los mejores precios del mercado.

Hasta hace pocos años se hablaba genéricamente de "el hombre" para referirse a la población humana y de "los niños" refiriéndose a los humanos de menor edad. Después se dio un gran paso al diferenciar entre niños y niñas, por cuanto el colectivo término “niños”, al igual que el de “hombre”, heredados de una sociedad machista, discriminatoria de los derechos femeninos, no debería representar ambos sexos. Así durante algún tiempo nos fuimos acostumbrando a leer en los textos: los niños y las niñas; los ancianos y las ancianas; las doctoras y los doctores; los periodistas y las periodistas, los jóvenes y las jóvenes, el Presidente y la Presidente. Posteriormente, y tal vez atribuible al mayor espacio que requerían los editores y las editoras para hacer su trabajo, se optó por resumir con paréntesis y guiones, encontrando cosas como los (as) niños (as); los (as) ancianos (as); los-as doctores-as; los-as periodistas, los (as) jóvenes, el (la) Presidente...

Si el idioma no es el factor determinante en el asunto de las injusticias y desigualdades sociales o de género, ¿porqué actuar con la ley del mínimo esfuerzo y optar por meternos en gratuitos y voluntarios obstáculos lingüísticos? ¿por qué pasar a adoptar esos adefesios de l@s niñ@s, l@s ancian@s, l@s doctor@s, y siguiendo el mismo esquema, entonces l@s periodist@s, l@s jóven@s o l@s president@s que golpean nuestra vista y hasta nuestra inteligencia?

No se, pero creo que hay cosas más importantes que generalizar o diferenciar y es el mensaje que se quiere transmitir: qué importa como escribamos que en nuestro pais anualmente son maltratados miles de niños o que nuestros (as) ancianos (as) no tengan seguridad social o que hemos sido nosotr@s mism@s l@s que elegimos a nuestr@s president@s, gobernador@s, concejal@s, diputad@s y senador@s, si no hacemos nada para corregirlo?

Mientras pensamos que hacer, dejemos que nuestra propia inteligencia nos ayude a entender que el español tiene una inmensa cantidad de palabras que permiten decir claramente lo que queramos; que, a diferencia de otros, no es un idioma neutro (Se imaginan en inglés Th@ Childr@n?); que los textos se entienden más clramente si se contextualizan; que 27 caracteres, tilde y diéresis son suficientes como para agregar uno más, que de tanto estrellarnos con el quedamos con la cabeza como un turbante.

@

No hay comentarios.: